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martes, 9 de junio de 2020

Reflexión



Porque los hijos no esperan...
Hay un tiempo para anticipar la llegada del bebé, otro para consultar al médico, uno más para soñar lo que será este niño cuando crezca. Asimismo, existe un tiempo para pedirle a Dios que me enseñe a criar al hijo que llevo en mis entrañas, un tiempo para preparar mi alma, para alimentar la suya, pues muy pronto llegará el día en que nacerá.
Porque los hijos no esperan.

Hay un tiempo para alimentarlo durante la noche, para cólicos y biberones. Hay un tiempo para mecerlo y un tiempo para pasearlo por la habitación, con paciencia y abnegación. Un tiempo para mostrarle que su nuevo mundo es un mundo de amor, de bondad y de dependencia. Hay un tiempo para maravillarme de lo que él es: una persona, un ser creado a imagen de Dios. He resuelto hacer lo máximo a mi alcance.

Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para tenerlo entre mis brazos y contarle la historia más hermosa que jamás haya oído. Un tiempo para hablarle de Dios y enseñarle a maravillarse y sentir asombro.
Hay un tiempo para llevarlo al parque a columpiarse, de correr con él una carrera, hacerle un dibujo y darle compañerismo lleno de alegría. Hay un tiempo para enseñarle el camino y enseñarle a orar con sus labios de niño y enseñarle a amar la palabra de Dios.
Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para cantar en vez de renegar, sonreír en vez de fruncir el ceño, un tiempo para compartir con él mis mejores actitudes, mi amor por la vida, mi amor por Dios, mi amor por los míos. Hay un tiempo para contestar a todas sus preguntas, porque quizá vendrá el momento en que no querrá escuchar mis respuestas.
Hay un tiempo para enseñarle muy pacientemente a obedecer, a poner en su lugar los juguetes, hay un tiempo para mostrarle lo hermoso del deber cumplido, de adquirir el hábito de leer la Biblia, de gozarse en la comunión, de conocer la paz que viene por la oración.

Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para verlo partir valientemente a la escuela y extrañar su manera de estar siempre alrededor mío, de saber que estaré allí para responder a su llamado cuando vuelva de la escuela y escuchar con interés sus descripciones de lo acontecido en ese día. Hay un tiempo para enseñarle a ser independiente, a tener responsabilidad, de saber disciplinarlo con amor, porque pronto llegará el momento de dejarlo partir y de soltar los lazos que lo sujetan a mi falda.
Porque los hijos no esperan.
Hay un tiempo para atesorar cada instante fugaz de su niñez, para inspirarlo y prepararlo. No voy a cambiar este derecho natural por ese "plato de lentejas" llamado posición social o reputación profesional o por un cheque de sueldo. Una hora de dedicación hoy, podrá salvar años de dolor mañana. La casa puede esperar, los platos pueden esperar, la habitación nueva puede esperar.
Porque los hijos no esperan.
Llegará el momento en que ya no habrá más puertas que golpean, ni juguetes, ni peleas entre ellos, ni marcas en las paredes; entonces podré mirar atrás con gozo y saber que estos años de ser madre/padre no se desperdiciaron.
Pido a Dios que llegue el momento en que pueda ver al retoño un ser íntegro, amando a Dios y sirviendo a los demás. Dios mío, dame la sabiduría para saber que hoy es el día de mis hijos, no existen los momentos de poca importancia en sus vidas. Que sepa comprender que no hay carrera mejor, ni trabajo más remunerador, ni tarea más urgente. Que yo no postergue ni descuide esta labor, que pueda aceptarla con gozo, y que me dé cuenta que el tiempo es breve y que mi tiempo es hoy.
Porque los hijos no esperan.


                       (Clic aquí) ➤➤➤ Seguro que este vídeo te hace pensar 

viernes, 20 de marzo de 2020

“Unidos contra el coronavirus”

20 de Marzo

Jornada de Oración convocada por los Agustinos,  los Agustinos Recoletos y los Agustinos Descalzos.






lunes, 20 de enero de 2020

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos


Semana de Oración 

por la Unidad de los Cristianos

«Nos mostraron una humanidad poco común» (Cf. Hch 28, 2) es el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que se celebra del 18 al 25 de enero de 2020. 
Los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales también han hecho público un mensaje en el que explican que este año el Octavario se inspira en la narración de la tempestad que sufrió la nave que llevaba a san Pablo a Roma con algunos prisioneros y que acabaron socorridos en Malta «con verdadera humanidad por los nativos de la isla y por el personaje principal, Publio, que acogió en su propia casa a los náufragos y los auxilió hasta la admiración».
«Un relato de gran actualidad- afirman los obispos-, si pensamos en las travesías de los emigrantes y refugiados en busca de puerto seguro en el Mediterráneo. Miles de ellos huyen de sus países de origen perseguidos por su fe o sus ideas. El relato contrastado con la realidad de cada día es una fuerte llamada a la unidad de acción de todos los cristianos, para que tratemos con solícita humanidad a cuantos nos piden ayuda. Los países de los que proceden los emigrantes padecen males sociales y desórdenes que les obligan a buscar unas condiciones de vida mejor entre nosotros. Es necesario ayudar a los países que los emigrantes abandonan, promoviendo en ellos el respeto a los derechos humanos, la libertad religiosa y el bienestar social que ahora no pueden legítimamente ofrecer a cuantos se ven obligados a emigrar».