Buenos días a
todos.
Como sabéis, esta
semana estamos tratando de forma más especial valores como la solidaridad, la
generosidad y la ayuda a los demás. Por eso, ayer todos tuvimos un bonito gesto
para colaborar con personas necesitadas a través del Bocata Solidario.
Ahora, dejad que
os lea un pequeño cuento, “El espantapájaros”, que nos muestra cómo con
pequeñas acciones podemos ayudar a los demás.
Había una vez un labrador, famoso en su pueblo por su
avaricia. Un día vio cómo un pájaro comía un grano de trigo encontrado en el
suelo, y se puso muy furioso.
Tanto pensó en la amenaza de
los pájaros que al fin concibió una idea: construir un espantapájaros que le
ayudara eficazmente en el cuidado del huerto.
Con tres cañas hizo los brazos y las piernas, con paja configuró el
cuerpo, una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de maíz para los ojos, una
fresca zanahoria formaba su nariz, y una hilera de granos de trigo componía su
dentadura.
Cuando el cuerpo del espantapájaros estuvo a punto, le
colocó un ropaje poco atractivo y lo hincó en la tierra. Lo revisó y se percató
de que le faltaba un corazón. Cogió el más suculento fruto del granado y se lo
colocó en el pecho.
Sin tardar mucho, un gorrión
necesitado sobrevolaba muy bajito para buscar trigo en el huerto. El
espantapájaros quiso cumplir con su oficio y trató de ahuyentarlo
con sus movimientos, pero el pájaro se colocó en el árbol y dijo:
― ¡Qué buen trigo tienes. Dame algo para mis hijos!
―No es posible ―dijo el espantapájaros. Sin embargo, buscó una solución y
la encontró: le ofreció sus dientes de trigo.
El gorrión, contento y
conmovido, recogió los granos de trigo. El espantapájaros quedó satisfecho de
su acción, aunque sin dientes.
A los pocos días, entró en el
huerto un nuevo visitante. Esta vez se trataba de un conejo. ¡Con qué ojos miró
la zanahoria! El espantapájaros quiso cumplir con su deber de ahuyentarlo, pero
el conejo, fijando su mirada en él, dijo:
—Quiero una zanahoria: tengo hambre.
El espantapájaros tuvo una
corazonada y le ofreció su zanahoria. Contento por ello, quiso entonar una
canción, pero no tenía boca ni nariz para cantarla.
Una mañana apareció el gallo, lanzando al aire su alegre quiquiriquí.
Acto seguido, le dijo:
―Voy a prohibir a las gallinas que alimenten con sus huevos el estómago y
la avaricia del amo, pues él les da poco de comer.
No le pareció bien al espantapájaros la decisión del gallo y le mandó que
cogiera sus ojos, formados por granos de maíz, para alimentar a las gallinas.
―Bien, gracias ―dijo el gallo, y se fue agradecido.
Cuando comenzaba a ponerse el sol, oyó una voz humana. Era un trabajador
de la finca que había sido despedido. Al ver al espantapájaros, comenzó a
hablar con él:
―Ahora soy un vagabundo- le dijo.
―Coge mi vestido, es lo único que puedo ofrecerte.
― ¡Oh gracias, espantapájaros!
Ese mismo día, un poco más tarde, oyó llorar a un niño que
buscaba comida para su madre. El dueño de la huerta la había despedido, sin
atender a su necesidad.
―Hermano―exclamó el espantapájaros―, te doy mi cabeza, que es una hermosa
calabaza.
Al amanecer, el labrador fue al huerto y, cuando vio el estado en que
había quedado el espantapájaros, se enfadó tanto que le prendió fuego. Al caer
al suelo su corazón de granada el labrador, riéndose, dijo:
―Esto me lo como yo.
Pero, al morder, experimentó un cambio: su corazón de piedra se convirtió
en un corazón de carne.
En adelante, el huerto del labrador se convirtió en un vergel donde todos
se recreaban con la hermosa nota del calor humano.
Continuemos trabajando juntos. Seamos un referente de solidaridad, generosidad
y amor para los que nos rodean.
Oremos: Señor, enséñame a ser generoso, a dar sin calcular, a devolver bien por
mal, a servir sin esperar recompensa, a acercarme al que menos me agrada, a
hacer el bien, a amar siempre gratuitamente, a trabajar sin preocuparme del reposo.
Y, si no tengo otra cosa que dar, enséñame a ofrecerme a aquel que necesita de mí.
Y, si no tengo otra cosa que dar, enséñame a ofrecerme a aquel que necesita de mí.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario