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lunes, 27 de abril de 2015

Seamos generosos



BUENOS DÍAS…

Espero que estos días de Feria hayan sido fenomenales y que vengáis con ganas renovadas de retomar y rematar el curso.

Esta semana, vamos a centrar nuestra atención en un valor que nos hace más grandes, porque nos hace más humanos: la generosidad.
 
Me gustaría animaros a serlo con una historia real: 

Dicen que en medio de la multitud de una gran ciudad, un matrimonio ve a una señora en silla de ruedas, que se encuentra perdida e indefensa. Se ofrecen a ayudarla y ella les dice si le pueden acompañar a una determinada calle. 

La señora debía tener unos sesenta años, y de la silla de ruedas le colgaban dos bolsas de plástico. Durante el camino va explicando a sus acompañantes que lo que llevaba encima eran todas sus “posesiones”, que dormía allá dónde encontraba un refugio adecuado, y que vivía de la caridad de los otros. 

Llegan al lugar indicado y allí se encuentran a otros vagabundos y pordioseros. La mujer abre las dos bolsas de plástico, saca de ellas dos paquetes de leche y los reparte entre el grupo. Y hace este comentario al matrimonio que le ha acompañado: “La gente hace caridad conmigo; por tanto yo he de hacer caridad con los demás”.
Tener mucho no siempre es signo de ser más feliz; y dar mucho no siempre es señal de ser muy generoso: lo importante es el valor que para ti tiene eso que das, la renuncia que te supone y la ilusión que pones.

                Enfilando la última parte del curso, nos gustaría pediros que seáis generosos con vuestro esfuerzo en el estudio, de manera que terminéis lo mejor posible. Pero además, reconociendo todo lo que recibimos de los demás, que seáis generosos, dando, no de lo que os sobra, sino de lo que es importante para ti.
               
              Le pedimos a Dios que nos ayude a conseguirlo, teniendo hoy muy en cuenta a las víctimas del terremoto de Nepal, que está dejando más de 3200 muertes y más de 6000 heridos:

Señor, enséñame a ser generoso,
a dar sin calcular,
a devolver bien por mal,
a servir sin esperar recompensa,
a acercarme al que menos me agrada,
a hacer el bien al que nada puede darme,
a amar siempre gratuitamente.

Y, cuando no tenga otra cosa que dar,
que sepa donarme a mí mismo y cada vez más
a aquel que necesita de mí,
esperando solo de Ti
la recompensa.
O mejor: esperando que Tú mismo
seas mi recompensa. Amén
.




Que tengáis una estupenda semana.

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